En estos primeros días del año 2.018, el viento de Compostela se te cuela irremediablemente en las entrañas. Al tiempo que te invade el alma, te impregnará de la sensación de humedad eterna de esa lluvia que parece que no moja.
La especie con menor esperanza de vida en Santiago son, sin duda los paraguas, pero si tienes la osadía de salir a la calle, descubrirás que, en Compostela, efectivamente, llueve hacia arriba. Por lo tanto, no vale la pena que ni siquiera emprendas la hazaña de manejar un paraguas durante unos cuantos metros. Desengáñate, tú no eres un Jedi luchando contra el lado oscuro de la fuerza. Tú acabarás inevitablemente empapado, frustrado y agotado, y el paraguas en la papelera más próxima a la primera esquina que dobles. Dicen que en Santiago la lluvia es arte, aunque a veces, parece una incomprensible y salvaje performance. Para poder manejarla con maestría, tu mejor arma es el traje de buzo. Y si, como a mí, no te estiliza en neopreno, pues un buen plumas con capucha y unas cómodas botas de agua. Sin embargo, el invierno en Compostela también tiene cosas buenas que ofrecer. Resguardado tras una ventana, con una bebida caliente, o un buen “caldiño”, la lluvia en Compostela te ofrecerá una visión única de la ciudad, a través de un encantador filtro “gris morriña” que no encontraras en Instagram. Leer un libro, escuchar buena música, darse un buen homenaje gastronómico o disfrutar de la tarde en compañía de amigos son momentos únicos tras el filtro “gris morriña” de la lluvia en Compostela. No pongas la tele.
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